24/6/09

Columnas Prof Jocelyn Holt

Porque es un gran profesor; un tremendo historiador; un informado escritor; un notable orador; porque es entretenido leerlo y escucharlo; y porque siempre es bueno estar atentos a distintas opiniones.
5 documentos del profesor Jocelyn-Holt:
1. Los Nuevos Mandamases: Sobre los dirigentes de la toma
2. La Agenda de la Toma
3. Escuela de Derecho y de Politica
4. Escuela Tomada
5. Respuesta del Profesor Jocelyn Holt al Profesor Zalaquett.
De atras para adelante, los reproducimos para usted:
Revista Qué Pasa, 12 de junio de 2009
LOS NUEVOS MANDAMASES
Alfredo Jocelyn-Holt


Por una de esas ironías crueles de las que los historiadores debiéramos estar curtidos, quienes hasta hace un mes eran nuestros alumnos en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, hoy la cogobiernan junto a los profesores que han depuesto al Decano elegido por la gruesa mayoría del claustro. Y si esto no fuera, de por sí, inconcebible, su nuevo poder cuenta con la bendición del Rector tras las órdenes que recibiera la semana pasada desde La Moneda para así poner fin a la Toma de 42 días, descabezar a toda la anterior administración y nombrar nuevas autoridades “designadas” en Pío Nono. Ni en las peores épocas de la dictadura se vio semejante mundo “al revés”.
Si antes creí conocer a los principales dirigentes estudiantiles de la Toma, ahora se qué calaña de gente son. Sus dos líderes –Gabriel Boric y Sebastián Aylwin— han sido alumnos míos, muy cercanos en lo personal. El segundo, mi ayudante; el primero de mi señora, también profesora de la Escuela. Jóvenes no tontos, pero por lo visto estas semanas, más políticos que motivados por lo propiamente académico e intelectual. Una especie que se da con frecuencia en la Escuela, pero que, en tiempos normales, sigue lógicas y carriles vocacionales usuales, nunca con tan incontinente voracidad. Como tantos otros que se han tumbado autoridades universitarias en el pasado, ésta no va a ser la última vez que oigamos hablar de ellos.
¿Ideológicamente, qué son? Difícil saberlo. Varios militan en un grupo universitario denominado “Autónomos” del cual, sin embargo, nunca he tenido en mis manos declaración de principios alguna. Frecuentemente, les he oído decir que no son ni de derecha ni de izquierda, definición tan ambigua que se les podría situar en una suerte de tierra de nadie nihilista, o bien, puede estar reflejando un oportunismo circunstancial como del que otrora abusara el populismo fascista. Lo que está absolutamente claro es que son asambleístas, hábiles operadores que apelan a demandas gremiales estudiantiles y así logran movilizar. Capaces, sin embargo, de hacer alianzas con izquierdosos “surdo-chavistas” a la vez que coincidir, como se ha visto estas semanas, con el establishment de Derecha y de la Concertación, ambas líneas presentes entre el profesorado golpista que arremetió contra Nahum.
¿Confusos entonces? Bueno, sí, pero eso no les impide que lleguen a un estudiantado tanto más confuso y huérfano que ellos ideológicamente. De hecho, es la ventaja que poseen frente a las variantes jóvenes de los partidos políticos cada vez más debilitados en la escena universitaria. Además, saben montar redes. Al igual que los “pingüinos” solo admiten vocerías, arman máquinas, promueven estrategias transversales y plebiscitarias, trascienden lógicas privado-públicas –pueden vincularse con la Feuc y el centro de alumnos de la U. Alberto Hurtado como con la Fech--, siempre chantajeando al gobierno. De hecho, ven que la educación es el punto más débil del sistema y desde ahí arremeten. Sienten que la Universidad es un centro de poder, por lo mismo que mediocre y retrasada, con mayor razón si es institución pública. No trepidan en volverla peor.
Por último, son totalitarios. La Toma se hizo en Derecho no para oír y discutir sino para terminar con autoridades establecidas y cambiar la composición del claustro. Son odiosos. Al igual que en otros tiempos se han servido de una excusa –la reforma universitaria— para exigir el cogobierno de esas corporaciones por profesores, estudiantes y funcionarios, cuestión que, de seguro, redundará en lo mismo que concluyera Mario Góngora de aquel período: no “subió un punto” el nivel intelectual de las Universidades entre 1967 y 1973.
Lamentable, por decir lo menos. Para quienes objetamos los actos de fuerza en la Universidad, con mayor razón en Derecho, alumnos así no pueden si no decepcionar. Peor aún, que una minoría de profesores, el Rector y el gobierno los avalen, ¿quién entiende semejante estupidez?
Revista Qué Pasa, 8 de mayo 2009, pp 22-23

ESCUELA DE DERECHO… Y DE POLÍTICA

Alfredo Jocelyn-Holt



No debiera espantar a nadie que en Pío Nono s/n, vieja y noble escuela de la Universidad de Chile, junto con enseñar el derecho se practique abiertamente la política. Lo vienen haciendo profesores y estudiantes desde hace casi 170 años. A veces con altura de miras, otras veces no. Sea que se producen, de cuando en cuando, elecciones reñidas, demandas, reformas internas, tomas, expulsiones u otros actos de fuerza. Ello sin mermar su prestigio académico o su papel como principal formadora del liderazgo político del país hasta hoy: el lado todavía esperanzador de todo esto. Lo cual no implica que siempre impere la razón: su faceta dudosa y, digámosla de frentón, majadera.

Precisamente, la tensión que, de nuevo, tiene a la Escuela figurando en las primeras páginas noticiosas. Esta vez, mediando una carta de seis profesores que acusan, tras otros intentos, al decano Roberto Nahum de supuesto plagio, y una toma de estudiantes que, desde hace más de una semana, exige cambios estructurales, un “proyecto de desarrollo”, representación triestamental en el manejo de la Facultad, y que se atiendan sus petitorios asambleístas. Antes, sí, que salga de inmediato Nahum.

Nada especialmente novedoso pero que tiene a muchos muy entusiasmados. Es que todavía resuenan en los gélidos pasillos del formidable caserón tres tomas emblemáticas más o menos recientes que involucran a algunos de los mismos personajes actualmente en el ruedo. Por de pronto, la toma de 1971 promovida por profesores de derecha y democratacristianos en contra de la UP. Que tenían sus razones, de eso no cabe duda (querían evitar la fusión de la Escuela con otras unidades académicas), pero su proceder fue fáctico golpista. Se apostaron estudiantes y afuerinos en los tejados, con cascos y linchacos visibles desde la calle; acusaciones posteriores le atribuyen a un conocido empresario y profesor (R.I.P.) el haber proporcionado dichas armas. Abajo, comandos de “Patria y Libertad” paraban el tránsito, exigían peaje, y hasta le rompieron el parabrisas al ministro del Interior en un incidente que pudo llegar a peor (Eduardo “Coco” Paredes, director de Investigaciones, acompañaba a José Tohá en el auto y desenfundó su arma de servicio).

Esa toma duró meses, y de ella surgieron varias figuras poderosas en la Escuela. Desde luego, los dos decanos siguientes --Máximo Pacheco (1972-1974) y Antonio Bascuñan Valdés (1974-1976)--, afines al gobierno militar no obstante caer posteriormente en desgracia cuando la DC deja de apoyar la dictadura. De ahí en adelante, presidirá la Escuela la misma combinación política interna, aunque en su versión más dura, bajo la férula de Hugo Rosende, decano entre 1976 y 1983, y ministro de Justicia entre 1984 y 1990.

En efecto, desde 1971, se han estado disputando y alternando la dirección de la Escuela dos grandes bloques de centro-derecha no obstante que, a veces, se han aliado en un solo frente (como en la UP y primeros años de la dictadura) contra profesores minoritarios de izquierda. Un siguiente estallido vuelve a suceder en 1997 cuando Pablo Rodríguez Grez, yunta de Rosende, presenta su candidatura casi segura al decanato, y se le arma de nuevo una toma de estudiantes, también con profesores detrás, que termina por sacar a varios de los académicos más autoritarios quienes abandonan la Escuela y se van a universidades privadas, aunque no todos. En esa ocasión, vuelve Antonio Bascuñan Valdés al decanato (1998-2002) con el apoyo de Roberto Nahum, figura que durante todo este tiempo ha compartido coordenadas; incluso ha sido ya antes decano interino. Alianza que dura –no es preciso adivinarlo-- hasta que se arma otra nueva toma de estudiantes, esta vez en 2002, contra Bascuñan, y Nahum gana las dos siguientes elecciones (la segunda en 2004 sin oposición y con alto número de votos). Fue entonces que el bando de Bascuñan, al igual que el de Rodríguez Grez, abandona la Escuela y parte, por supuesto, a universidades privadas y otras trincheras desde donde han estado disparando en contra. La carta acusatoria y la nueva toma: las últimas arremetidas.

¿Confuso? No, si nos atenemos a las dos variables continuas de este enfrentamiento de poder, últimamente algo vulgar y pedestre, personalista y caudillesco entre Nahum y Bascuñan. Por un lado, un bloque hegemónico de centro y derecha cuyos dos bandos cuando se sienten algo seguros y/o precisan diferenciarse y ganar terreno, pueden hasta acuchillarse entre ellos. Y, en segundo lugar, el uso que se hace de los estudiantes, quienes dan la cara protagonizando las tomas. Mecanismo que, a estas alturas, se ha estado convirtiendo en la manera perversa para descabezar y poner sucesivos decanos, cuando no los mismos de hace rato, por lo visto.

La participación estudiantil abarca un espectro también fluido y flexible. Va desde la mera comparsa que no cacha ni´una pero resulta, a menudo, la claque más entusiasta (a lo que se mueve, le apuntan), hasta grupos partidistas, dúplicas de los conglomerados nacionales afuera de la Facultad (DC, Radicales, PS, PC, UDI-RN). Entre medio, un cuanto hay muy diverso: independientes (lo sean o no); “discípulos” de algunos de los principales profesores, muchos muy habilosos que suelen liderar “el patio” y de este modo (no hay que ser ingenuos, ellos no lo son), avanzan en sus carreras académicas, profesionales y políticas; y, por cierto, oleadas de renovación izquierdizante que tratan de desperfilarse de los referentes partidistas nacionales. Entre estos últimos, los “autónomos”, cuya figura más visible es Gabriel Boric, presidente del actual Centro de Estudiantes; quienes, si bien han coqueteado con posturas proto-orgánicas en el pasado, suelen definirse confusamente como ni de derecha ni de izquierda, y a favor de un asambleísmo en consulta permanente del que todavía no se cansan. De hecho, todos son un poco infatigables; piensan que la Historia, el rescate de las utopías y la Escuela, pasan por ellos. Se saben elocuentes, logran movilizar, y motivaciones de toda índole no les faltan.

¿Qué tan instrumentalizables son? Por cierto, ninguno lo confiesa; tienen su orgullo. Con todo, insisto, la Escuela es un centro de poder, una caja de resonancia política a nivel nacional, y un terreno fértil para reclutar cuadros futuros. Los mejores puntajes de las pruebas de admisión del área humanística --muchos de los cuales no quieren ejercer como abogados, sino llegar a ser académicos, intelectuales o líderes de opinión y políticos—llegan a la Escuela. Siempre ha sido así. Suponer, pues, que no se insertan dentro de un contexto amplio institucionalizado, afín al establishment ya dentro de la Escuela y a través de sus tentáculos fuera, es no entender cuán fríos, ambiciosos y racionales, son nuestros mejores egresados de la secundaria.

Dichos tentáculos son reales. Los principales estudios de abogados que sirven a grandes empresas, el Poder Judicial, el gobierno, no dejan de tener entre ojos lo que pasa allí adentro. Si a Ricardo Lagos lo abuchean cuando visita, la noticia no pasa desapercibida. La Escuela marca tendencias, reproduce y anticipa juegos de alianza y quiebre políticos. No hay facultad más contingente que Derecho de la Universidad de Chile. Por eso, también, las otras universidades la tienen en su mira y con no poca envidia. Arman grúas para llevarse a profesores que, así y todo, no dejan de hacer clases en Pío Nono. Rectores y decanos de esas otras universidades son también docentes en ella. Qué de extraño tiene, entonces, que en esta última vuelta, dos consejeros de la Universidad Alberto Hurtado, docentes de la Universidad Adolfo Ibáñez, y figuras públicas asociadas al CEP y al Colegio de Abogados, hayan redactado la acusación contra el decano actual que temen podría reelegirse el próximo año.

Lo que resulta inaceptable son los medios que, a veces, se emplean. Por de pronto, las tomas endémicas y actos de fuerza que riñen con la razonabilidad, los personalismos empantanados, las ofertas a estudiantes de la toma de platas y alimentos de toda índole –pizzas y hostias (un profesor jesuita les hizo una misa)--, y también la agitación de profesores detrás de bambalinas. Un espectáculo no muy digno y que enloda, ojalá no interesadamente, a una institución universitaria como las hay muy pocas en este país que, en otra ocasión si puedo, trataré de mostrar en su más justa, valiosa y esclarecida dimensión.
The Clinic, 18 de junio 2009
LA AGENDA DE LA TOMA
Alfredo Jocelyn-Holt


Al principio de este año los “mechones” recién ingresados a la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile recibieron, gratis, una agenda anillada, con todo tipo de información supuestamente útil a fin de que se “ubicaran” en su nueva casa. Obsequiaba esta agenda el Centro de Estudiantes de la Facultad presidida por Gabriel Boric, militante del grupo “Autónomos”. Un documento inocente, pero que, en retrospectiva, suena extrañamente anticipatorio.
Justo debajo del lugar donde el alumno anota sus datos personales --imposible no percatarse de ello—se publicitan los servicios del bufete de abogados Harasic & López; sus dos socios, firmantes de la carta en contra de Nahum que hace estallar el conflicto. En páginas siguientes Boric arenga “a la acción” inspirado en el diagnóstico de que “hoy, nuestra Facultad se encuentra en un punto de inflexión en su historia, y de nosotros va a depender en gran medida la dirección que se tome.” Nótese cómo ya, tan tempranamente, el dirigente comienza a conjugar, para nada tímidamente, el verbo “tomar”.
De ahí en adelante, a modo de anecdotario histórico en calugas, se subrayan los momentos estelares de la Universidad y su Facultad de Leyes. Se remonta la UCH a dos universidades fraileras, una jesuita, ambas contestes con directrices “tomistas”, es decir, de Tomás de Aquino. Tras una larga valoración anacrónica del período colonial (rara cosa porque la UCH fue fundada en 1842), se detienen largamente en la Fech de los años 1930, sus orígenes anarquistas, y cómo después, cuán “ardiente bola de nieve”, ésta envolvería a toda la UCH y de ahí a las restantes universidades del país. De hecho, la Agenda vuelve a destacar la “toma” de la Casa Central el 22 de julio de 1931 y consiguientemente como se logra deponer al dictador Carlos Ibáñez del Campo. Y así sucesivamente, hasta que llegan a tiempos más actuales, de manera tan tendenciosa que reducen y hacen aparecer toda la historia de la Universidad y de la Facultad como una larga épica construida sobre la base de “tomas” y agitaciones.
Más de algún ingenuo seguramente podrá excusar displicentemente el sesgo de este “recuento” histórico, atribuyéndolo al panfletismo vulgar y barato a que están siempre sobreexpuestos los estudiantes. Con la salvedad que, en este caso, la carga ideológica es menos evidente, más bien baja prefiriéndose un tenor algo más sutil y subliminal. Según el guionista de la Agenda (quien se escuda en el anonimato) el “malo de la película” en la Escuela durante la dictadura reciente, por ejemplo, sería únicamente Hugo Rosende, no así sus dos inmediatos antecesores bastante discutibles e igualmente “designados” por las autoridades militares --Máximo Pacheco y Antonio Bascuñán Valdés--, en cuyos decanatos, es bien sabido, desaparecieron y murieron alumnos de la Escuela, junto con llevarse a cabo exoneraciones de profesores y alumnos, al igual que en otras unidades de la Universidad. Llamativa omisión que, si uno se pone suspicaz (como en mi caso, adiestrado como historiador) habría que cotejar con el sutil protagonismo que, en paralelo, la Agenda le confiere a ciertos profesores, cuyos nombres (¡vaya la coincidencia!), en estos días, han estado apareciendo en la prensa, o bien, los han estado barajando y promoviendo golpistas y tomistas para que se les “delegue”, sin votación previa del claustro, la Escuela y su futuro. Nombres, ahora blanqueados, aunque en su momento, apoyaron el golpe militar y participaron en la Toma de la Escuela liderada por la derecha y los democratacristianos en 1971.
La memoria histórica, cuando es parcial, siempre descomplejiza. Por supuesto que Federici fue un personaje dudoso (por eso, con razón, recibe un trato similar en la Agenda al de Rosende), ¿pero no son tanto o más discutibles todos esos otros profesores “gremialistas” que defendían a la Universidad de las arremetidas de la UP y sus adherentes, con cascos y linchacos, y que luego colaboraron con las primeras administraciones y rectores militares que intervinieron la Universidad? En esa primera época –sospecho—está la clave de muchos asuntos pendientes y para qué decir fuentes de poder todavía vivos, no sólo en Pío Nono s/n. Por supuesto que esa “otra historia”, siendo menos susceptible a contrastes en blanco y negro, no sirve a mentes dialécticas y simplistas como las de quienes confeccionaron esta Carta de Navegación.
Otro aspecto que encuentro curioso es el avisaje. Ya antes mencionamos el “spot” publicitario de Harasic y López que anticipa el nexo que han tenido estos dos abogados en particular con los dirigentes de la Toma. Pero hay también un aviso, no menos destacado, del Centro de Estudios Públicos, concretamente de su revista, promocionada como “Una ventana a las inquietudes de nuestro tiempo”, que no deja de producirnos, de nuevo en retrospectiva, un nuevo ataque involuntario de déja vu; dos firmantes de la carta contra Nahum --Enrique Barros y Lucas Sierra— son activos miembros de ese “think tank”. Otro de los principales avisadores es Movistar con también nexos con alumnos dirigentes de la Toma.
El listado de “organizaciones estudiantiles” que aparece al final de la Bitácora, junto a una escueta descripción de su quehacer, se lee como un “who is who” de la Toma. Otra anticipación. Primero que nada, Wikiderecho (portal interactivo de estudiantes de Derecho que, según algunos, inicia la campaña de desprestigio y claque interno en la Facultad, arbitrariamente “calificando” quién “sí” y quién “no” entre las autoridades de la Escuela, sus profesores, ayudantes y alumnos); seguido por Arrebol (colectivo abocado a la “educación popular”); Estudiantes Progresistas; Estudiantes Autónomos; Piquete Jurídico (grupo que presta servicios jurídicos a quienes “desean organizarse y luchar contra este sistema opresor, generar pensamiento jurídico crítico y cuestionar la realidad actual de manera radical”); Escuela de Formación Social, y varios otros grupos con muy alto compromiso combativo a juzgar por su retórica descriptiva.
Cierra el material inserto de esta Agenda una promoción de la cadena Domino´s Pizza con 12 cupones de descuento (una pizza mediana gratis, 2 x 1 pizza y una Coca Cola de 2,5 lts, por la compra de una pizza). La misma cadena que sufriera, tiempo atrás, denuncias a nivel mundial por YouTube por mala higiene en sus cocinas y otras asquerosidades para cuya descripción, simplemente, remito a la entrada en Google: “Domino´s, pizza con mocos, relaciones públicas y redes sociales”. Un título perfecto para describir los turbios entretelones de esta indigestible Toma que nos han servido en bandeja.
Me detengo en esto de las “pizzas” porque, no obstante su nimiedad comercial original allá por marzo cuando se repartió la Agenda, esta promoción cobra otro significado, menos ingenuo, metafórico, a la luz de la insólita oferta que hiciera al parecer Davor Harasic, al inicio de la Toma, de enviar una cantidad considerable de pizzas (otros hablan de plata, quizá fueron sólo cupones) para alimentar a los jóvenes tomistas en esas primeras noches todavía cálidas de delirio autoconcedido. Luego se chorearon con la Toma aunque la gendarmería tomista, igual, la hizo persistir a la fuerza 43 días. Sospecho, también, que si supiéramos quiénes son los abogados de Domino´s Pizza nos llevaríamos un par de sorpresas. Su dueño fundador –Tom (diminutivo de ¡Tomás!) Monaghan—está actualmente promoviendo un complejo residencial universitario en Miami denominado “Universidad Ave María” donde católicos muy ortodoxos puedan vivir y estudiar “cerca de Dios”. Apuesto lo que quieran que Monaghan fue educado en colegio jesuita, otra posible arista también de nuestro caso actual en la Escuela. Si hay líos, es porque esos “asotanados negros” están de seguro metidos hasta la tonsura. En artículos anteriores ya he mencionado la misa que hiciera un cura jesuita el 1ro de mayo en la Facultad, y el hecho de que Harasic y Enrique Barros (firmantes de la carta contra Nahum) sean directivos, “contentos, señor, contentos”, de la Universidad Alberto Hurtado.
Sostengo, pues, que Agenda, nexos, avisajes, y el sesgado guión histórico que consignan en ella, y con que se recibió y comenzó a “instruir” ideológicamente a los mechones a principios de año, da como para pensar mal. Dan cuenta de la existencia de una conjuración programada, cuan Agenda recetaria del guiso cocinado a fuego lento, desde comienzos del año, por “chefs” --viejos tercios de la Escuela—pasaditos en astucia, y sus actuales ayudistas más jóvenes. Así y todo, los dirigentes estudiantiles, también los profesores golpistas, han querido convencernos que el espectáculo que han estado montando obedece más bien a un movimiento “autonomista” sin colusiones entre estudiantes y profesores, sin visos conspiratoriales. Yo, al menos, no me trago ese bocadillo, esa olla podrida, que nos tenían preparado. La Agenda habla por sí sola. Logren o no imponerse en esta vuelta, me puedo imaginar perfectamente como vendrá la Agenda el próximo año.
The Clinic, 11 de junio 2009
ESCUELA TOMADA
Alfredo Jocelyn-Holt

Para mis profesores don Avelino León Hurtado y don Mario Mosquera Ruíz, ambos ex Decanos de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile

Recuerdo que años atrás Dávor Harasic, entonces Director de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile bajo Bascuñán Valdés, me llamó para pedirme que escribiera una historia de la Facultad. Le contesté que no porque estaba (y sigo) metido en una historia de más peso –la de Chile en seis tomos— y, ahora que lo pienso, porque no se puede hacer una historia propiamente tal de semejante conventillo. Tal vez una crónica, o, mejor aún, una novela satírica en clave o ni tan en clave. ¿Cómo escribir una historia cuando lo que sus profesores y estudiantes ofrecemos es una caricatura de nosotros mismos?
El tema exige trazos toscos y exagerados sin fineza, si hemos de hacerle verdadera justicia. Algo así como cuando Goya ilustra aquelarres o descuartizamientos caníbales en sus Caprichos y Desastres de la Guerra, o más atingente aún, como en los grabados de Honoré Daumier, insuperable por sus retratos sin compasión de abogados y jueces, verdugos e inquisidores patibularios de la peor ralea.
A juzgar por el espectáculo montado --a vista de todo el mundo y a bambalinas de ese mismo público, ahí donde despedazan a “la madre del cordero” y se ofrecen unos a otros literalmente la “cabeza de turco”—, en este mes y pico (la expresión sugiero entonarla en doble sentido “chavista”, ya veremos por qué), Daumier se habría sentido a sus enteras anchas.


Drama en tres actos
El primer acto de este “escándalo” se abre con el decano Nahum siendo acusado por los diarios por siete abogados y profesores (conste que en ese orden, Harasic uno de ellos), por haberse aprovechado de trabajos ajenos para avanzar en su carrera. Recurren, primero, a recriminaciones infundadas que la Prorrectoría descarta de una plumada. Luego le imputan haber “plagiado” a un ex- ayudante de su cátedra y malos manejos internos de la Facultad. Coincidentemente, las máquinas políticas del alumnado, lideradas por su Centro de Estudiantes, llaman a hacer una total reestructuración del claustro académico, reconcursar todos los cargos, defenestrar al Decano, y tomarse la Escuela. Cuestión, esta última, que ingenian con el beneplácito de un supuesto 80% del alumnado votando no una por una estas proposiciones si no en paquete o “combo” cerrado sin lugar a discusión seria alguna (incluso todavía mientras escribo estas líneas).
Nada de qué extrañar trasciende a la prensa matutina el trasfondo envuelto: viejas rencillas personales y cacicazgos en pugna por el gobierno de la Escuela que marcan su historia desde hace 38 años a la fecha. Por un lado el dos veces decano Nahum con el grueso de los votos de los profesores (75-80% y en elección recién pasada elegido sin oposición), y en su contra el bando liderado por Bascuñán Valdés, también dos veces ex-decano, una de ellas “designado” por la dictadura. Esta última facción, quienes hacen estallar la bomba noticiosa sirviéndose de sus múltiples tentáculos fuera de la Facultad (Colegio de Abogados, bufetes profesionales, directorios de otras universidades privadas, y “think-tanks” de derecha) a falta de otros apoyos internos salvo el de los cabecillas de la Toma, varios de ellos sus “ayudantes” o claque admirativo.
Acto seguido, la escena se traslada a instancias jurídicas y Casa Central. Nahum interpone un recurso de protección desechando atribuciones propias (llamar a la fuerza pública y desalojar las dependencias). Profesores “golpistas” y alumnos “tomistas”, según la jerga corifea que a continuación infesta blogs y correos, arremeten contra el rector Víctor Pérez por no sumariar a Nahum, y solo instruir una “indagación” sobre los hechos de la causa. Informe pedido a un ex-presidente de la Corte Suprema, Mario Garrido, quien tras tardar varios días, descarta todo fundamento legal a la acusación contra el Decano no obstante proponer que se nombre una comisión de ética interna para que se pronuncie al respecto.
Indignado, el golpismo-tomista vuelve a la carga. Profesores adictos a la Toma, una minoría, la visitan diariamente, hacen reuniones dentro, imparten “clases”. Una de estas “clases”, tengo entendido, versó sobre la historia de las tomas, retomas y bajadas de toma en la Facultad, sesión que duró tres horas y se sirvió del testimonio de primera fuente de una veterana docente experimentada en estas lides. Otra fue impartida por un profesor que gusta disfrazarse con toga y birrete (a Daumier le habría encantado), quien pomposamente ha equiparado a los alumnos “tomistas” con la Primera Junta de Gobierno de 1810. Ya, antes, un jesuita les hizo misa y repartió hostias el 1 de mayo. Y, si esto no fuera ya excesivo, todos al unísono se han estado abocando a rediseñar el “futuro” de la Facultad a su pinta. En el entretanto, se ha seguido alimentando la ración diaria de “cartas al director”, machacando, “que algo siempre queda”, el cuento aquél del plagio, a esas alturas un distractor habiendo sido desechado por Garrido.
El acto último y final (si es que los próximos días no nos deparan nuevas sorpresas), gira en torno a la figura grisácea del Rector. Personaje sin trascendencia nacional para su alto cargo, según declaraciones formuladas a la prensa por Harasic, eco exacto de lo que se venía diciendo de Nahum, y “sin pantalones”, letanía a la que se suma el malón estudiantil comandado por Gabriel Boric, líder de la Toma, apostado a las afueras de Casa Central en son de amenaza. Ante semejante asedio, Víctor Pérez no atina otra cosa que acoger el nombre de Cristián Maturana, fiscal de Entel, como Vicedecano “interino”, para así consensuar posiciones. La solución, por supuesto, fracasa. Maturana torpemente trata de enseñorear al bando golpista. Nahum “resucita” de una operación a una pierna y retoma sus funciones. Finalmente, un Pérez cercado por los alumnos quienes, de nuevo, recurren a la fuerza tomándose la Torre 15, y debidamente pauteado por La Moneda, abandona su hasta ahora estrategia de pies de plomo, y le pide la renuncia a Nahum. Éste, ante el festín de nuevo montado en su contra, opta por negociar su salida a cambio de que bajen la Toma y se llegue a otro nombre de “consenso” como su reemplazante. Al cierre de esta edición, sucede lo que siempre ocurre en estos casos: todos sonríen para las cámaras. The End (por ahora).

Sin caretas
¿Qué es lo que está aquí en juego? La Escuela cuenta con excelentes condiciones financieras, dispone de flamantes nuevas instalaciones, y sigue atrayendo, muy por encima de la restante competencia (lo cual no es muy difícil de lograr), a los mejores puntajes nacionales del área humanística. ¿Es que es ése el botín de guerra que tiene a tantos, dentro y fuera, salivando odiosidades? A pesar de su más que satisfactorio desempeño e indiscutibles apoyos, a Nahum lo han ninguneado si no linchado y crucificado sin piedad. ¿Es que este personaje medio bíblico, como sacado de las páginas de Memorias de un inmigrante de Benedicto Chuaqui, resulta intragable para el establishment níveo cuico? ¿Al punto de tener que montar una aplanadora que arrase con todo, incluso mandando al tacho a una de las instancias académicas de más prestigio en el país? Las presiones e involucrados han sido tan descarados que este episodio augura lo peor para de aquí en adelante.
La colusión entre unos pocos profesores y máquinas estudiantiles confirma que es el juego político lo que se estima prioritario, por sobre cualquier otro propósito académico. Más que un plantel de excelencia universitaria lo que se quiere de la Escuela de Derecho es que sea un centro de poder donde seguir reclutando nuevos cuadros partidistas y profesionales (abogados) que luego se cuadran con los grandes intereses, las corporaciones y el gobierno.
Visto así el contexto, la acusación de plagio es una flagrante hipocresía. El aporte intelectual de algunos de los acusadores es más que dudoso. La mayoría no dispone ni siquiera de libros “plagiados” en su curriculum vitae. Es un secreto a voz en cuello en la Escuela que a uno de estos siete impugnadores se le habría acusado de esta misma y extendida práctica vulgar. Meses atrás, Gabriel Boric, líder de la Toma, debió enviar un correo urbi et orbi, desmintiendo los cargos en su contra, también por plagio, en un curso en que fue alumno de Bascuñán Rodríguez, hijo del susodicho anterior. Ignoro cómo se zafó del lío. En Pío Nono s/n quienes tienen tejado de vidrio lanzan las piedras.
Por favor, dejémonos de cuentos. El estudio del derecho, tal cual lo estilamos entre nosotros, ¿qué es si no una larga reapropiación de ideas “copy paste”, de leyes apenas parafraseadas, de comentaristas y glosadores en cadena perpetúa hacia atrás? Los alumnos copian o le recitan de memoria al profesor que les dictó (¡si, dictan!) quien, a su vez, fue “ayudante” de algún “maestro” de tercera generación, discípulo alguna vez de una “eminencia”, y así sucesivamente, hasta llegar a Andrés Bello u a otro semejante, quien se remonta a las Partidas, al Código de Napoleón o al de Manú, a las vertientes escolástico medievales, a más y más glosadores, hasta llegar a Ulpiano… y siempre, eventualmente, a un hipotético Evangelio “Q”. Una genealogía con nulo respeto por la novedad con nombre y apellido. En fin, ¿cómo se puede exigir “originalidad” –lo opuesto a un “plagio”-- en Derecho en Chile? Esto no es física, ni biología, ni altas matemáticas, donde se descubren y patentan ideas, fórmulas e invenciones técnicas auténticas. Si ni siquiera es filosofía; buena parte de los que se dan de “filósofos del derecho” entre nosotros no son más que sofistas o positivistas de cuerda floja que hacen gárgaras y malabarismos con argumentaciones de otros. Dejémonos de cuentos.
Si la Escuela fuera de verdad seria intelectualmente no se entramparía en tamañas argucias. Tampoco se harían preguntas de alternativas en los exámenes, o peor aún, de “verdadero y falso”. Dejaríamos de llamar trabajos “científicos” los que se hacen para Fondecyt donde el “investigador responsable” es también miembro del jurado que asigna los recursos. Si hubiese prosperado la acusación contra el decano Nahum estoy seguro que más de alguien se habría dado la lata de examinar, una por una, la producción de la Escuela en estos ciento y tantos años, hasta no quedar títere con cabeza. Corporativamente hablando, lo único que ha logrado esta inquisición de estos últimos días es abrir una Caja de Pandora y demostrar que quienes hablan de transparencia son los menos transparentes de la plaza.
La Escuela tampoco es tan notable como se ha estado cacareando por la prensa. Que supere a otras en el país (cuestión que yo no dudo), no significa que no se esté abusando de dicha verdad. El plagio no es la única mala práctica que se ha estado cultivando y perfeccionando. La más nociva, quizás, es haber generado un clima de permanente adulación mutua –profesores con sus alumnos, ellos con sus mentores--, muy de abogados y “Hombres de Derecho” por lo demás. Así, impostando la voz, inflados de pecho, acompañados de sus acólitos y “clerks” que le llevan el maletín. Tratándose de “mi querido amigo”, “mi distinguido colega”, cuando todos sabemos que, por detrás, se plantan el cuchillazo, se roban los expedientes, sobornan a los empleados de los tribunales, o se muestran solícitos a aceptar la defensa de cualquier cliente, inclusive el más depreciable, con tal de mantener el gota a gota mensual. ¿Cuándo se ha visto que profesores rifan, al final de un curso, pasajes para dos a Buenos Aires, entre sus alumnos? En la Escuela ocurre. Con razón se ha dicho muchas veces que la abogacía es la segunda profesión más antigua de la humanidad. En efecto, el verdadero problema de la Escuela radica en la malsana connivencia que guarda con la profesión de abogado y sus enredos. Este episodio lo ha vuelto patente.
¿Y que hay de nuestros estudiantes? Evidentemente, si no valieran la pena hace rato que yo no les haría clases. Pero, no es el grueso del estudiantado el problema. Son los que manejan el “patio” y las asambleas de la Toma. A ellos los conozco muy bien. Han sido alumnos e incluso ayudantes en mis cursos. Por cierto, yo también me dejé impresionar en su momento… hasta que vino esta Toma. Hasta que estos “líderes” con carita de niño de pesebre les empezaron a salir más pelos en la cabeza que ideas, y comenzaron a jugar a Danton, Robespierre y Marat. Antiguamente los marxistas, al fenómeno ése, lo llamaban “kindergarten revolucionario”. No hay nada más pretencioso que suponer que ellos son los “elegidos” para “corregir” décadas de buena, mala o mediocre administración en la Escuela de Derecho, y además a empujones o mediante otros actos de fuerza. Si fuera por mí les plantaría “tres negras”, es decir, los rajaría porque no han entendido lo esencial del Derecho: que con la Razón nos evitamos tener que recurrir a la violencia. Ellos han preferido lo contrario. Allá ellos. Tarde o temprano nos volveremos a encontrar en la vida y tendrán que explicarse uno a uno, no escudados detrás de masas irreflexivas. Al chavismo jacobino local no cabe más que depreciarlo.
Por último, ¿cómo entender al Rector en esta vuelta? Durante semanas sostuvo que había que atenerse a los mecanismos institucionales. Quienes objetábamos la Toma y creíamos que había que dar curso a los conductos regulares para examinar los cargos contra el Decano, celebramos la mesura de Víctor Pérez, hasta que simplemente se desdijo y disparó en el pie. En su premura, mando a la cresta a su propia comisión de ética. Presumo que las negociaciones con el gobierno por el “Nuevo Trato” lo volvieron quesillo blandengue. Más de alguien seguramente le hizo ver que los “tomistas” se estaban haciendo asesorar por la SEGPRES. Carlos Carmona, poderoso ex funcionario de la Presidencia durante 14 años, ha sido un asiduo “visitante” de la Toma. Paulina Veloso, ex ministra y personera muy cercana a la Bachelet, fue nombrada por esta última para que la representara en el Consejo Universitario en que le dieron el ultimátum a Nahum, y eso que ya antes la Veloso había suscrito cartas exigiéndole la renuncia, y más grave aún, sigue inscrita como alumna de doctorado en la Escuela. ¿Qué laya de Universidad es ésta en que una profesora-alumna exige la renuncia a su Decano y luego se sienta a juzgarlo con apoyo presidencial detrás? ¿Patricio Rojas no fue, otrora, también “representante” de La Moneda ante la Universidad? ¡Vaya trato el de la “Patrona” para con su Universidad! Estéticamente, impresentable. Políticamente, una señal que Víctor Pérez, sin embargo, de inmediato, supo decodificar.
Sus consecuencias son gravísimas. ¿El Rector de la Universidad de Chile recibe órdenes de La Moneda? De ser así, ¿en qué se diferenciaría Pérez de anteriores rectores “designados” como en tiempos de dictadura? ¿Qué impide que en el futuro cercano otros profesores golpistas coludidos con alumnos tomistas se “tomen” otras facultades y dependencias por motivos que ellos estiman válidos? Pérez, obviamente, al doblegarse frente a las presiones y nombrando a un reemplazante interino y “designado” está más que dispuesto a pasar a llevar a una autoridad legítima, elegida por el claustro de profesores, quienes no han sido consultados ni se les ha querido consultar. ¿Hay que entender por “pública” una universidad que tiene autoridades impuestas u obsequiosas? ¿Puede pedir un “Nuevo Trato” una universidad intervenida o manejada por golpistas alentados desde La Moneda?
Los gobiernos de la Concertación llevan veinte años en el poder y aún no han permitido que la Universidad recupere su dignidad. A juzgar por este episodio, para quienes se manejan con lógicas meramente de poder, Rector y Universidad, valen hongo.
“Vibre entera la Universidad”, si se me permite parafrasear el himno.
“A la facultad de leyes y ciencias políticas se abre un campo el mas vasto el más susceptible... Herederos de la legislación del pueblo rey, tenemos que purgarla de las manchas que contrajo bajo el influjo maléfico del despotismo; tenemos que despejar las incoherencias que deslustran una obra a que han contribuido tantos siglos, tantos intereses alternativamente dominantes, tantas inspiraciones contradictorias. Tenemos que acomodarla, que restituirla a las instituciones republicanas… Libertad en todo; pero yo no veo libertad, sino embriaguez licenciosa… La libertad, como contrapuesta, por una parte, a la docilidad servil que lo recibe todo sin examen, y por otra a la desarreglada licencia que se rebela contra la autoridad de la razón y contra los más nobles y puros instintos del corazón humano, será sin duda el tema de la Universidad en todas sus diferentes secciones,” sostenía Bello.
¿Quién nos guarda de nuestras propias autoridades?
Digámoslo en ciceroniano: “¿Hasta cuándo, Catilinarios, seguirán abusando de nuestras paciencias? ¿Hasta cuándo estas locuras… estas desenfrenadas audacias?”
Respuesta del Profesor Jocelyn Holt al Profesor Zalaquett.
Santiago, 19 de junio de 2009


Estimados profesores y profesoras del Claustro:

He leído con interés y cuidado las reflexiones que José Zalaquett nos ha hecho llegar. Encontrando valioso que se expongan estos planteamientos no puedo dejar de reparar lo que han sido estas últimas semanas. Es una gran cosa que, al fin, estemos debatiendo e intercambiando puntos de vista con verdadera altura de miras. Una serie de situaciones, sin embargo, lo han estado impidiendo: acusaciones improcedentes venteadas por la prensa, una toma de estudiantes con apoyo desmesurado de un puñado de profesores durante 43 días, el involucramiento de La Moneda ejerciendo presiones sobre el Rector y prestando apoyo activo (jurídico) a los actos de fuerza protagonizados por los estudiantes en toma, y, por cierto, la renuncia que han exigido y logrado de un decano que contaba con apoyo mayoritario. Solo después de esta larga espera costosísima es que nos hemos podido reunir y comenzar a discutir, algo más honestamente, asuntos que nos atañen a todos.
La reunión del miércoles recién pasado, en claustro abierto, con una altísima asistencia (salvo la notoria ausencia de los acusadores que optaron por marginarse) es, por tanto, una clara demostración del valor de esta instancia que es el cuerpo académico de la Escuela, amén de suficiente mentís a lo que está planteando ahora el profesor Zalaquett.
José Zalaquett sostiene que no cree en la conveniencia de que los claustros elijan a nuestras propias autoridades por cuanto responden sólo a “intereses gremiales”. Para ello sugiere un esquema alternativo que garantice “representatividad (social y académica) y excelencia”. Agrega más adelante que un mecanismo de “búsqueda” debería designar al Rector, quizá también a los decanos. Al final de la reunión del miércoles en un intercambio personal que tuve con el profesor Zalaquett en el atrio de la Escuela, él mencionó un esquema de “trustees” que en esta comunicación que nos ha hecho llegar, omite.
Disiento de esta proposición por múltiples razones: Porque pasa a llevar, una vez más, nuestra larga tradición, no solo chilena, también continental europea e hispanoamericana. Porque, de llegar a prosperar, significaría que nos suscribiríamos a esquemas propios de universidades norteamericanas privadas (las conozco muy bien, obtuve una licenciatura y un máster en la Universidad de Johns Hopkins, antes de estudiar en nuestra Escuela a partir de 1979), mecanismos que, de nuevo, no calzan con nuestra tradición. Porque si bien dicho esquema corporativo privatista --una suerte de homologación de la universidad a una empresa mercantil con directorios y gerentes-- ha comenzado a operar en algunas universidades privadas chilenas, ellas no son ningún ejemplo a seguir (lo cual no obstó que Zalaquett en su intervención el otro día mencionara su vínculo con la Universidad San Sebastián). Y, por último, porque nadie puede “garantizarnos” que un grupo selecto de illuminati va a ser más impermeable a presiones de toda índole, intereses económicos y partidistas probablemente coludidos o “consensuados” si la tónica actual nacional continúa como ha sido el caso estos últimos 20 años. Quienes prefieren ese esquema, quizá, deberían pensar seriamente en sumarse por entero a esas iniciativas que ofrece el “mercado universitario”, y no pretender alterar aún más nuestras formas e institucionalidad altamente probada históricamente; es cosa de atravesar la calle, o ni siquiera eso, pueden simplemente agarrar vuelo y saltar el muro que nos “divide” con los vecinos. Nadie los detiene aquí. Un poco más allá en el barrio está también TVN que opera así de gerenteado y cuoteado, y sus resultados se pueden ver a diario simplemente prendiendo la caja idiota. Los esquemas que consagraron, en su momento, Boeninger y compañía, hace rato que hacen agua.
El gran mérito del claustro del día miércoles fue haber demostrado que nos podemos juntar no obstante nuestras fuertes diferencias en muchos otros aspectos. Juntarnos en calidad de individuos: un académico, una opinión personal, independientemente de su rango en la Escuela, figuración nacional u otros atributos de poder. Si es del caso, un académico: un voto. Que no se ha abusado de los claustros, aunque sí de las asambleas con apoyo de un puñado de profesores y disciplinados operadores estudiantiles, es garantía suficiente de que es ahí, en dicho claustro, dónde se pueden resolver nuestros conflictos internos y generar nuestras propias autoridades sin tutelas de Rectoría, La Moneda o de grupos de presión capaces de montar máquinas desde fuera de la Escuela.
Comenzaron por saltarse las instancias reglamentarias, se tomaron la Facultad, destituyeron a un decano, y ahora, plantean la necesidad de negarle atribuciones al claustro. Alternativas como la que plantea José Zalaquett, en mi opinión personal, por tanto, habría que desvirtuarlas, desde la partida.
Tengo fuertes reservas sobre muchos otros aspectos de la misiva de José Zalaquett, pero preferí poner atención en este único punto, el más grave, por ahora. Esperando no importunarlos con esta respuesta, los saludo muy atentamente,

Alfredo Jocelyn-Holt Letelier

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